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REFLEXIÓN NAVIDEÑA EN MEDIO DE LAS TINIEBLAS DE UNA LARGA NOCHE (DICIEMBRE 20, 2010)

24 Dec

María Teresa Camacho, Bogotá, diciembre de 2010

Muy queridos familia, amigos y amigas:

Siempre he pensado que cuando no hay nada especial que decir es mejor guardar silencio, porque quizás éste es más elocuente.  Sin embargo, ayer durante la Eucaristía dominical,  sentí de nuevo el “soplo contundente del Espíritu Santo”, a través de la homilía profunda, diciente y transformadora de Monseñor Rafael Cotrino, a quien conozco y admiro.   Ese inconfundible soplo se le da al sediento, al que está atento y dispuesto y lo reconoce por sus efectos, por la inundación “divina” y amorosa en todo su ser.  En consecuencia, de este advenimiento, tengo con qué proclamar esta Navidad, ya que la realidad del pesebre hace unos días se asomaba como una lucecita trémula y desdibujada en medio de tanta pasión y tristeza, de tanto dolor y confusión al ver a mi controvertida y amada Colombia sumergirse en los caudales de la desesperanza.

Sin embargo, Dios tiene su manera de surgir como una fuerza aún más poderosa que el mismo desastre natural, para anunciar que su presencia es real y salvífica y que quien se acoge a ésta, se hará luz en medio de las tinieblas.  El Emmanuel es la Esperanza en medio del naufragio.  Él es la Luz en medio de la oscuridad.  Él es el amor hecho carne que construye su morada en cada corazón.

Por tal razón, si hoy ves el mundo partido en mil pedazos por la corrupción, por el desamor y el egoísmo, “por la “toma” de una naturaleza exacerbada”, piensa que si Jesús nació en la sencillez de un establo y se donó como dádiva de suave aroma es para que cuando perdamos el “olor y sabor de lo divino” en los momentos de desconcierto y abatimiento, sencillamente nos arrodillemos ante su nicho como lo hicieron los pastorcitos y proclamemos con confianza: ¡Ven, Señor Jesús!, porque tú nos dijiste que todo lo que quisiéramos pedir, lo pidiéramos por los méritos de tu infancia y nada nos sería negado.

De manera que hoy te pedimos, Niño del pesebre, que “recrees” un nacimiento para nuestra dolida Colombia y para el escindido y confuso mundo.  Danos la obligada esperanza como fuerza y certeza de que nada Te es imposible, porque nos enseñaste que en el darlo todo,  enriquecemos todo lo que nos rodea.  ¿No es ésa  la Navidad…dar y darse; amar y perdonar, hacer justicia y transformar y trabajar por la paz?

Vivamos la Navidad, gente querida, y no le permitamos a las lógicas de la muerte arrebatarnos los sueños, los ideales, los proyectos…Impidamos que los “asesinos” del ser, del saber y del haber acallen la luz radiante del Niño del pesebre, que es el faro para toda la humanidad- representada por los sabios del Oriente- porque Jesús da a todos y todas la talla de lo humano para enseñarnos a desarrollar la divinidad en nosotros para la gloria de su Padre.

Un abrazo caluroso y profundamente navideño para todos ustedes y sus familias y que el 2011 surja con la fuerza inconmensurable de la esperanza y de la paz, frutos de este nuevo nacimiento.    María Teresa