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Antropología del ser

15 Jun

Felipe de la Mar y Sierra

A san Isaías el Solitario

1. Si la revelación de Jesús en la historia es una verdad, todo lo demás en nuestras vidas tiene que supeditarse a dicha verdad. La lucha es por asumir en lo personal, en lo social, en lo cultural y en lo político dicha verdad. No serían las verdades de los filósofos sino las verdades de Jesús, y sus implicaciones antropológicas las que tendrían que determinar el curso de la historia humana. Constamos en la historia de nuestra vidas que la pasión, es una constante. Las constantes antropológicas son básicas si queremos, asumir la posibilidad de la comunicación intergeneracional e inter y trans-histórica como dinámica y proceso que nos permita relacionarnos e intercambiar pautas comunicacionales entre los que vivimos, los que se fueron y los que habrán de venir a este mundo. Es decir, el hombre tiene una naturaleza que lo condiciona, como la cultura también lo condiciona. La tarea es poner a dialogar las constantes humanas en el marco de la liberación y de la plena realización de todos los Hombres. El mapa ha sido trazado en las voces del Antiguo Testamento, como en el Nuevo Testamento. La vida de los Santos, el Magisterio de la Iglesia y el testimonio de santos y profetas de otras tradiciones religiosas nos confirman el valor del espíritu tradicional, de la mística, de la santidad, y de la realización de los fines más altos de la existencia de cada hombre y mujer a lo largo de nuestro paso temporal por este planeta. Nuestro ser, nuestro ego, tiene sed de santidad. Todos deseamos la felicidad. Todos tenemos que luchar contra las pasiones personales que se muestran hostiles al logro de la santidad. Tenemos rabia, somos dominados por la envidia. ¿Quién no ha sentido rabia o envidia? Por leve que sea dicha pasión, ella esta presente en la vida de todos los mortales. La pasión de la rabia, nos puede llevar a obtener y desear la pureza del corazón, ya que constatamos nuestra propia debilidad, como constatamos que estamos acompañados de enemigos que por todos los medios se opondrán, tanto a nuestro crecimiento espiritual, como a la realización temporal del Reino de Dios en la Tierra. Yo he odiado. Mucho. Y gracias a la misericordia de Dios, he buscado fortalecerme mediante la plegaria constante. Mi enfermedad es profunda, ya que mi memoria olvida con facilidad, las numerosas bendiciones y gracias que Dios me ha otorgado de manera abundante. No todo puede ser don de Él, la batalla es nuestra, no somos entes pasivos, la santificación tiene que ser activa, consciente, laboriosa, ordenada. Los vicios poco a poco nos dejan; pero podemos reincidir, pues vivimos en un mundo lleno de vicio y no somos ajenos a la maldad. La firmeza de intención. La intención: todo nuestro ser, nuestro ego, nuestro yo soy, en camino de unión al Dios más allá de todos los dioses. Toda nuestra atención en Dios. En lo ordinario, búsqueda penetrante y atenta a la labor realizada con excelencia. Conscientes de nuestra fragilidad.